Doomed by Blogger







Yo soy Providence

28.10.04

Estimados amigos,

En estos momentos me encuentro inmerso en la corrección de un texto curioso. Se llama "La Tenebrosa Hermandad del Tubérculo". Y, ciertamente, aunque a veces el argumento alcance grandes cotas de psicodrama folletinesco, creo que he encontrado una novedad en el género, que espero poder yo mismo investigar y profundizar en mi propia obra: el relato de intra-terror.
La historia cuenta como en una localidad marítima, siempre azotada por un mal tiempo casi legendario, que sólo se despeja por Acción de Gracias, opera una inquietante organización llamada Hermandad del Tubérculo. Esta organización está compuesta por gente aparentemente normal, que tiene su ocupación en el pueblo -llamado, por cierto, Marina Gold-, pero que al atardecer de cada sábado se reune en una vieja casa colonial para tratar temas de interés general para el grupo. En principio, nos cuenta el narrador, la Hermandad del Tubérculo se dedicaba sencillamente a debatir temas de jardinería y horticultura, pero cuando el presidente de la organización, Matthew Lorrenton, desapareció de la villa sin dejar señas, y el vicepresidente, Erik Louvre, tomó las riendas del grupo, poco a poco éste fue cambiando su orientación. Louvre tenía una vaga teoría sobre el poder oculto de diversas hortalizas: sabía que, por ejemplo, en la Antigüedad, habían sido adoradas como símbolos de vida y avatares de la divinidad. Así, la patata fue entre los aborígenes americanos un trasunto del feto en la bolsa amniótica, y, por ende, de la matriz, la maternidad, y la vida. La zanahoria fue entre los paganos considerada como un ímbolo de los atributos de la masculinidad, así como pepinos y berenjenas, por su tamaño, de entidades infraterrenas. También cabe recordar que el lícor espirituoso que se extrae de la patata es uno de los más fuertes en cuanto a graduación. Se tiene sospecha de que durante la Edad Media, en diversos puntos de Europa los aquelarres tuvieran una fuerte presencia de este licros, así como de otras hortalizas mencionadas, usadas como falos en las repugnantes orgías que se practicaban.
Estudiado este fenómeno, Louvre decide instaurar de nuevo el culto sagrado del Tubérculo entre los elders de la asociación. Enterado de los problemas que cultos parecidos están teniendo en otros puntos del país, Louvre decide hacer el culto secreto, y reunirse en el sótano de una granja propiedad de un elder, además de establecer un santo y seña. Así sigue con sus planes, pero su agitación es cada vez más patente. No acude a ningún acto público y deja de regentar la licoreria que heredó de sus padres. Los elders no entienden el por qué de su cambio de comportamiento: sus hábitos cambian, y de ser alguien afable pasa a ser huraño e irascible. Poco después, Louvre introduce en el grupo a un nuevo elder, Jeff Stanvich, al que enseguida nombra vicepresidente, ante la mirada atónita del resto de la comunidad. Stanvich resulta un hombre raro:de pelo cano, entrado en carnes, tiene una mirada desafiante. Impresiona su talla de caballero, que, elegante, contrasta con su bastón terminado en forma de falo que lleva para disimular su cojera. Extravagante e impetuoso, a partir de entonces, acompaña a Louvre en todas sus apariciones. Algunos miembros muestran su desacuerdo con el ascenso del desconocido, en especial el párrcoo Ralph Horton, quien, extrañamente, aparece muerto en su casa unos días después, al parecer por unos ladrones.
La hermandad atraviesa un momento difícil porque la desconfianza está sembrada entre sus miembros. Mientras tanto, Louvre permanece sin decir nada en las reuniones, como ido, la mirada perdida en el vacío. Stanvich habla por él, y anuncia algunos cambios: ha encontrado en los mapas estelares de la fundación un momento idóneo para la invocación del Tubérculo Resplandeciente, una manifestación viva de las Energías del planeta, así que insta a los elders a memorizas las letanías para el ritual. Cuando uno de ellos le espeta que qué quiere decir, puesto que antes el grupo se dedicaba a la horticultura y ahora parece una orden esotérica, la cara de Stanvich muda en un rictus de cólera, y con un golpe brutal de su bastón indica claramente que las cosas han cambiado y que quizá haya que "eliminar" a algunos enemigos de la hermandad.
Esa noche, el tesorero Zacariah Elton intenta contactar con un periodista amigo, para explicarle la situación, pero cuando va a llamar ve una silueta negra desplazarse por delante de su ventana. Aterrorizado, sale por la puerta trasera y se dirige corriendo a la casa de Nell Fisher, otra elder. Durante el trayecto constata que unas sombras parecen seguirle. Finalmente, al día siguiente, tras contarle todo a Nell, deciden convocar una reunión de los demás elders sin el consentimiento de Stanvich, pero cuando llegan a la granja, se les comunica que ambos han sido expulsados de la hermandad.
Esa misma tarde, Zacariah y Nell se dirigen a la hemeroteca para intentar averiguar algo de Jeff Stanvich. Casi a la hora de cerrar encuentran una referencia: en el estado de Washington, la policía abortó hace cinco años una especie de suicidio colectivo ritual de una secta liderada por un tal J. Stankovic. La secta había empezado como una reunión de aficionados a la papiroflexia y había terminado casi en la exterminación de todo el grupo. Stankovic nunca fue detenido, pero los ex-sectarios declararon que éste había prometido que su "ama", un ser aludido como "Laverne", había de volver algún día de su exilio gracias al poder de los Antiguos. Aterrados por estas noticias, Zacariah y Nell deciden abandonar el pueblo y esperar un momento propicio para actuar.
Tres días más tarde, Louvre es ingresado en un hospital. Está en coma, y su aspecto es francamente perturbador: parece haber envejecido veinte años en los últimos meses. El día de la invocación se acerca.
Zacariah intenta contactar con algunos elders que él sabe disidentes, pero ninguno responde al teléfono. Por unos vecinos de la granja donde se reune la hermandad, Elton se entera de que hace tres días que todos están recluidos en el interior de la granja, sin apenas salir. A falta de dos días para el ritual, Zacariah hace una incursión nocturna por los alrededores de la granja y puede escuchar la salmodia que cantan, como en trance, los elders:

KA - ROTT... KA - ROTT...
the Rise of The Tubercule...
KA - ROTT...

La nefanda letanía suena una y otra vez, embotando las mentes de los elders, mientras Stanvich dirige el coro. En ese momento, uno de los perros de la granja detecta a Zacariah, que es atacado por el mastín. Con una piedra logra romperle el cuello al can, pero éste tiene tiempo de provocarle serios desgarros... Muy malherido, llega a casa de Nell y le advierte de lo que pasa.
Finalmente, Nell avisa al comisario O´Brian. La noche del ritual, cuando Stanvich y los suyos salen de la granja al descampado donde se realizará la invocación, la policía el da el alto, pero al tratar éste de huir, es tiroteado y cae muerto. Cuando la policía llega hasta su cadáver, éste no es más que una masa gelatinosa de color térreo, que se disuelve provocando un nauseabundo olor de descomposición. Nell lega a tiempo para recoger el bastón-falo de Stanvich, que tiene unas extrañas runas en los nervios venosos del falo que parecen hipnotizarla e incluso hacer que quiera acariciar el extremo del bastón . Con gran voluntad, Nell rompe el bastón y para su terror, las dos partes rotas se convierten en dos culebras blancuzcas que se pierden en la maleza con rapidez.
Nell acompaña a la policía en el registro de la granja, donde se descubre un macabro muñeco vudú del desdichado Louvre, y unas cartas escritas a mano, tanto de Stanvich como de su "ama", que ¡sorprendentemente, tienen todas la misma letra: la de Stanvich!
Zacariah, con los meses, se recupera y decide disolver la hermandad para fundar otra, esta vez con afiliados trabajadores, honrados y de inclinaciones sexuales sanas.
No he podido resistir la tentación de narrar la totalidad del cuento, porque me parece sumamente interesante. Esa mezcla bastarda entre ecos de Poe, Maupassant y Nerval es sin duda inquietante y acertada. Y, por lo demás, la corrección está resultando fácil. Me ha parecido una lectura amena y excitante. Espero que al lector también.

Vuestro por el sello de las Hascárides,

Howard.


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