Doomed by Blogger







Yo soy Providence

29.8.04

Estimados amigos,

Si hay algo que he aprendido durante todos estos años de paciente lectura de clásicos y de no menos paciente corrección de textos ajenos, es que para ser escritor hay que tener algo. Pero lo principal, a mi juicio, es ser sensato, discreto, humilde y hacer poco a poco un camino que es tan laborioso como gratificante.
Antaño la única valía, el único aval que tenía un escritor, su carta de presentación eran sus propios textos. Ellos decidían si uno valía o no, si era un farsante o un plagiario, o por lo contrario si era alguien que valía la pena ser escuchado, que tenía algo interesante por decir, o una voz propia digna de codearse con los demás autores.
Ahora, en este mundo ingrato donde los caballeros de verdad tenemos poco que decir, y muchas veces es mejor callarse que no alzar la voz, los parámetros son otros. Muchas veces despunta el más grosero, el más soez, o el menos capacitado, simplemente por la agitación que causa a su alrededor. Es la cultura de la basura, del ver quién la dirá más gorda la próxima vez, del descaro, del chiste fácil, de la muerte de la inteligencia, de la mendicidad intelectual, del apogeo de la razón y de la llegada apocalíptica de los bárbaros que acabarán con todo. Pero no serán negros, ni mongoloides, ni fornidos arios de rubias coletas en la barba los que nos arrasen: será la infame turba de desgraciados sin educación la que nos barrerá de la faz de la tierra, con sus deseos animales, con su hipocresía y mojigatería, con su culto al dinero, a la belleza física, a la inmediatez, al consumo, a la destrucción, a la iconoclastia.
¿Y por dónde empieza todo esto? Por la frivolización del mundo literario, con la incursión de mentes pigmeas en su panorama, que creen que escribir es poner sobre papel una palabra sobre la otra, que todo vale, que el envoltorio es lo principal, que vale más la forma que el fondo, que lo más importante es escandalizar, crear polémica, mentir, tergiversar los hechos, interpretar la realidad de la manera más subjetiva y bastarda posible, y, sobre todo, atraer al público incauto, al público fácil.
En el caso del mundo editorial español, que sigo de cerca porque muchos de mis amigos están ahí afincados, siempre aparece alguno de esos petrimetres dispuesto a decirle al mundo todo lo que vale, al mismo tiempo que a ojos de los que realmente saben lo único que hace es ponerse en ridículo y demostrar su estulticia y su vanidad.
Uno de estos hampones de papel es L.M., conocido por muchos aficionados a determinado sector editorial. L.M. es editor (o algo así) de una revista muy vendida, dato que le excusa al pobre interfecto para decir que es muy buena (qué digo: que es la mejor), como si la ecuación dinero=calidad fuera un axioma comprobado por algun premio Nobel. L.M. es un pobre payaso que vive de ponerse una máscara: la máscara de la polémica, de los comentarios racistas e intolerantes, la máscara del ser superior ante pobres desalmados sin criterio. Cree que esa máscara le proporcionará más fama. Y quizá tenga razón. Lo que nunca le otorgará será una razón ética para lo que hace, puesto que en el fondo, su motivación es de miserables: apelar a los más bajos instintos de los lectores para conseguir vender su ínfimo producto. Y a fe que lo consigue. Pero, en el fondo, lo único que consigue es depauperar el panorama editorial, con su cansina tonadilla victoriosa, de loco que habla solo.
Otro ejemplo muy claro es el que parece que nació en la página de un periodista local, llamado Arcadi Espada. Mi amigo Franz Dolç me lo comentó, pero no le di importancia. Resulta que finalmente, el asunto de la supuesta escritora P.V. -a la sazón, el mismo nombre de un actriz española- acabó en una polémica que ella (o él, claro: como no sabemos la identidad real de esta persona, le supondremos de momento un sexo femenino merced a su identidad ofrecida en la red) misma se cuidó mucho de buscar. Aprovechando el tirón que tiene una página de contenido franco -honesto- como es la del sr. Espada, P.V. empezó a escribir ahí como visitante y empezó a surgir la polémica con ella. Por si acaso lo que decía no era demasiado interesante (recordemos que, según ella misma, se trataba de una chica de poco más de 18 años), se obstinaba en usar "k" donde irían las "c" oclusivas, por aquello de que era más "lógico", y, por cierto, más irreverente y polémico, aunque por otra parte no deje de ser un exhibicionismo pueril de la incultura y de lo triste que es hoy en día que un adolescente acabe la enseñanza secundaria. Poco después, descubrimos que tiene una página donde nos habla de sus escritores-fetiche... ¡Oh, qué novedad! ¡Cela, Bukowski, Lorca! ¡Odia a Juan Manuel de Prada y Lucía Etxebarría (quién no)! Y finalmente, nos dice que tiene un blog, donde, en su insana ortografía, nos da cuenta de sus grandes intentos por montarse en el carrussel editorial. Nos dice que tiene ya 140 folios de su novela -que si ha de ser tan soez y vulgar, tan "aquello-ya-visto" como el primer capítulo, refrito de un cuento anterior, mejor que duerma el sueño de los justos eternamente-, que la intentará colocar en una editorial, y que no volverá a escribir hasta que esto suceda. ¡Pobre ilusa! Cree que la polémica, el escribir como un disléxico daltónico y la inclusión de escenas de sexo que hubieran hecho atragantars al mismo Nabokov son el aval con que se le abrirán las puertas de la imprenta cual Alí Babá la de la cueva de los cuarenta ladrones. Que, si no aceptan sus desvaríos, es porque el mundo editorial es muy cerrado, se obstina en no publicar cosas novedosas y rompedoras. En su error, cree que la basura, aunque sea morbosa, es publicable. Y no se equivoca del todo, porque cada año salen editados cientos de libros basura, libros por los que más valdría que nunca se hubieran sacrificado árboles. Pero dar cancha a la estupidez, a la imbecilidad que se pavonea de su propia mediocridad, es algo que se me escapa de los fueros. Si yo fuera editor, no admitiría ningún original de alguien menor de 33 años, que no me demostrara claramente que ha leído el número suficiente de obras de la literatura de su país así como de la extranjera como para tener una charla en profundidad con cualquier profesor de universidad (de los de antes, claro).
Ronda por ahí mucha gente aprovechada, cuyo único talento es hacer desperdiciar el tiempo a quien lo consideran valioso. Gente sin criterio, sin formación, que pretende despuntar sin seguir el camino natural del que honorablemente ha llegado a ese puesto tras un duro peregrinaje vital y mental. La educación lo es todo: la herencia de los modelos, la corrección, el respeto, el pensamiento. Estos valores se han perdido hoy en día a favor de lo que vende, lo inmediato, lo jocoso, lo imprudente, lo superficial. Pero aún quedamos algunos que creemos que no nos van a tomar por imbéciles. Sólo hace falta que, de tanto en tanto, reaccionen.

Vuestro por la señal de Jyuffgh-Xeo,



Cisne Negro | |


21.8.04

Estimados amigos,

Hagamos hoy un repaso a lo que significa el terror. Como bien sabréis algunos de vosotros, por encargo escribí un libro titulado "El horror sobrenatural en la literatura" que acaso no me disgusta en su resultado. Quizá ahora lo veo con un poco de perspectiva y admito que no tendría que haberme explayado tanto en contar argumentos que el buen lector posiblemente ya conocería. En todo caso, ahí está. Pero lo que me llama la atención es que el miedo, esa sensación universal que sigue inspirando todas las artes, encuentra en la cinematografía la horma de su zapato al derivar en subproductos-basura que desmerecen en cualquiera de sus vertientes todo lo que un género ha tardado siglos en construir como una tradición. Desde los fragmentos de horror del sueño de Sócrates en "El asno de oro" de Apuleyo, pasando por las leyendas medievales, el folclore mundial y el advenimiento de la genuina literatura de terror, ya como género instaurado, cuando llega la novela negra con "El castillo de Otranto" de Horace Walpole, y más allá, hemos podido deleitarnos con magníficas obras maestras del género de terror. Asíen el cine. El séptimo arte vive en sus inicios una rápida carrera de adiestramiento en búsqueda de su propio código de significaciones, de su lenguaje propio. Y lo encuentra. Magníficos son los ejemplos del "Nosferatu: Eine Symphonie des Grauens", de 1922, o "El fantasma de la opera" de 1925, que ya superan la teatralidad manifiesta y los tanteos de, por ejemplo, las películas de Fantomas de principios de la decada de los 10. Y qué decir de esa joya expresionista de "Metropolis" de Fritz Lang. Aunque no sea un film de terror, podemos sentir en ella toda la opresión de una sociedad sin esperanza.
Vivimos un tiempo en que ese horror ya no existe. Quizá sería más correcto decir que sí existe, pero no puede trasladarse a la pantalla. He aquí una serie de tópicos que el cine de hoy en día ha desarrollado y que lo único que hace es lastrar su propio desarrollo:

-Una serie de niñatos se ven amenazados por un fantasma, aparición, pesadilla encarnada, o psicópata que los irá eliminando uno a uno.

-En muchas ocasiones, la nombrada amenaza es uno de los mismos integrantes de la banda de niñatos.

-El mundo se ve asolado por una plaga. De zombies. De alienígenas. De insectos gigantes. De un cambio climático. De un dinosaurio radioactivo. O de todo a la vez.

-Los vampiros no son ya exquisitos condes que visten a la decimonónica, huyen de la luz y los crucifijos. Ahora son cantantes de rock, duermen en un descampado, llevan gafas de sol, contraen enfermedades víricas, trafican con sangre en hospitales. O todo a la vez.

-Cuidado con los desequilibrados que llevan máscaras blancas y ropa estrambótica, porque frecuentemente la acompañan con motosierras, ganchos de carnicero, cuchillos de medio metro, etc.

Podríamos seguir hasta el vómito.
El género de terror agoniza en un medio que podría ser el definitivo (porque qué más terrorífico que una sensación visual y auditiva colapsante en una sala a oscuras). En vez de avanzar lígero, camina a trompicones transportando cual decadente atlas el cadáver putrefacto de las convenciones bastardas de los grandes estudios cinematográficos. Llegará un punto en que, o bien se desprenderá de él o perecerá.


Vuestro por la Reina de los Trífidos,




Cisne Negro | |


6.8.04

Estimados amigos,

Hace poco, animado por alguno de mis corresponsales, más versados que yo en esto del mundo virtual, de los módems, y las postales electrónicas, decidí presentar a un concurso literario a través de internet. Se trataba de un concurso literario organizado por un portal que se dedica al lucrativo negocio de publicar lo que para una editorial normal y corriente sería impublicable. Llamaremos a este portal, en honor a la discreción, Soyamanuense.com.
El portal soyamanuense.com, pues, organizó sendos concursos de poesía y narrativa. Al ser la novela un género que me es algo extraño por poco cultivado, decidí enviar una serie de poemas que en su día descarté de mi recopilación comúnmente llamada "Fungi from Yuggoth", en la lengua de López de Ayala, "Hongos de Yuggoth". Algunas composiciones recordaban la figura de Hawthorne, la soledad y tristeza de los puertos de Providence, el miedo que producen algunas de las casas de la cuesta de Church Street, etc.
Pues bien, después de los meses de deliberación que normalmente se concede el jurado de cualquier concurso, recibo un correo en que se me informa de que mi obra ha sido leída y muy bien valorada. Con todo, parece no haber sido suficiente para hacerse con el premio. Se me comunica que el jurado ha destacado la originalidad y el buen hacer de mis versos. Por un momento me envanezco y me tomo una copita de sidra a mi salud y a la de mis gatos. Pero poco me dura la alegría. Porque poco después, recibo otro correo en el que se me dice:

Asimismo, debido a la cantidad de obras presentadas y a la calidad literaria de las mismas, y aprovechando el proyecto de la creación de una colección de Poesía que Soyamanuense.com pondrá en marcha al respecto, se escogerán diversos poemas de entre las obras presentadas a concurso y, previa autorización de los autores, se llevará a cabo su publicación conjunta en un volumen compilatorio del que daremos más información en breve. Este volumen recogerá la mejor selección de los autores que se han presentado a concurso (incluida su aportación, sr. Lovecraft), y estará a la venta próximamente al precio de 30?.

Entonces fue cuando me sentí realmente estafado, engañado como un pelele de feria. Porque el jurado -si es que existía- no consideró de verdad destacaba por la "originalidad y el buen hacer", es más, me imagino que ni siquiera nadie se leyó mi obra, sino que, directamente, todo lo que llegaba se preparaba para maquetar y hacer un libro con la obra de 150 inocentes que creían que competían en un concurso literario. Así que lo que en realidad se ocultaba tras estos bastardos juegos florales no era más que el lucro de una empresa especializada en sacar el dinero a los pobres tontos que consienten pagar una suma indecente (¡la de correcciones que yo debería hacer para reunirla!) por ver sus palabras impresas. Pobres necios. Con un poco de esfuerzo -y algo menos de caraduras en el mundo- uno siempre consigue su objetivo.

Vuestro por la meseta de Lankhmar,




Cisne Negro | |